2 de julio de 2010

Flores de gûicoy


En esta época del año, el campo florece a dos alturas, los guicoyes se arropan en la sombras de los maizales crecientes. Surgen por debajo y se elevan timidamente, esparciendose al roce de la tierra. Las ramas suaves, delicadas y levemente espinosas se enrollan entre la delgadez del maíz cuyo cuerpo aún no sostiene mazorcas. Los guicoyes forman enredaderas abundantes y comienzan a llenarse de frutos, guicoyes pequeños surgen después de la segunda temporada de lluvias, al inicio. Necesitan solo un poco de humedad para pegar el brinco, para surgir de sus pequeños nucleos y retoñar de verde suave en flores amarillas y esponjadas. Las flores de guicoy son colectadas todos los años, como una exquisitéz ampliamente esperada, Como pequeños nucleos son colocadas en cestas, dejando algunas espinitas incrustadas en la mano de quién las recoge. Las mujeres las llevan con cuidado y las colocan encima de sus canastos para antojar a los compradores que cómo yo nos agolpamos antojados de ese sabor profundo depositado en esas flores tan suaves y delicadas.

He podido comprar unos manojos preciosos que mezclan naranja con verde, y prometen hacerme disfrutar esa inconfundible experiencia anual de sonreir mientras me saboreo las flores de guicoy. Coloco mis manojos en la parte más alta de mi canasta, encima de los tomates y cebollas. Llego a casa y me dirijo al agua, a bañar y limpiar cuidadosamente las flores, las remojo en huevo batido y las coloco en una sartén. Mientras tanto los tomates, cebollas y pimientos se transforman en una deliciosa salsa. Las flores no pierden su suavidad, y las quitó del fuego antes de que pierdan su hermoso color. Mi madre llega con tortillas calientes y chile recién cortado, y nos sentamos a la mesa embriagadas por el olor que invade la casa. Es nuestro pequeño ritual anual para celebrar que vivimos en esta tierra, en este lugar dónde los manjares más exquisitos marcan el tiempo y nos recuerdan la vida. Una vez al año nos sentamos juntas en esta misma mesa, nos sonreímos cómplices, y emitimos sonidos de placer cuando las flores invaden nuestra boca con su aroma y su sabor intenso...

(fotografía de Majo Aldana 2010)

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