No sé en que sendero exacto me fui de mi misma, creo que en una de esas tardes en las que cerraba los ojos, sabiendo que mi rostro apuntaba al cielo. Esas tardes, en las que descansaba espalda al suelo, fumándome mis primeros cigarros, imaginando desgracias, llorando por dramáticas realidades de las que me creía presa.
No ha sido sencillo reencontrarme, recaminar senderos abandonados, retomar mi propia voz, confiar en mis instintos. Me anestesié la vida, perdiéndome a mi misma entre los verdes que enmarcaban el cielo.
Me estoy curando un pasado que a penas me di cuenta construía, estoy sanando de mis propias puñaladas, aprendiendo a querer mis cicatrices, y encontrando que pequeños SIs y NOs sin importancia, fueron puntos de partida para grandes cosas.
Te dejé arrebatarme hasta la música. Te reencuentro todavía a cada paso, y es que extraño a esa que era, esa que olvidé en tus ojos, que abandoné en tus brazos, aquella que deje a tu merced y cuyos pedazos aún no termino de retejer en su sitio. Cada vez que me rearmo me faltan más pedazos.