Necesitamos ser débiles, permitirnos serlo, reconocer nuestros límites, nuestras vulnerabilidades, nuestra humanidad, aprender a estar con los otros, a pedir ayuda, a reconocerlos necesarios en esta nuestra humanidad que se origina de la vida en comunidades, en sociedades.
Hay que darnos el chance de pedir ayuda, y también de tender la mano, de hacer nuestra cotidianeidad un ejercicio de la conexión desde nuestras humanidades, con nuestras capacidades y nuestros límites. Una persona es un universo, es una potencialidad exquisita, pero no lo es todo, ni todo lo puede.
No hay que tenerle miedo a la vida, al dolor, al llanto, que es parte de la vida. No te asustes cuando lloro, que es mi cuerpo sanando, no le tengas miedo a mi dolor, ni al tuyo, llora conmigo, que luego seremos toda-sonrisas