Aquí estamos, en medio de la vida y de la muerte. Humanos, reales, concretos. Estamos sumidos en un ritmo humeante de camionetas y bocinas, en alucinaciones colectivas de la hora de entrada al trabajo. Estamos medio vivos, caminando hacia el trabajo, hacia la casa, hacia la guardería, hacia cualquier lugar, intentando no pensar en los millones de veces que haremos las mismas cosas, pisando los mismos lugares, escucharemos las mismas canciones, y veremos las mismas caras frustrantes. Porque vivir aquí, es una imposibilidad concreta, una cerca alta construída con bloques transparentes. Una familia, una casita, un buen trabajo, sueño mínimo de cualquier fantasioso suburbano.